Brooke-love-u
Camila nació con una fragilidad que parecía de otro mundo. Su cuerpo, débil desde el primer respiro, se convirtió en un campo de batalla para médicos, enfermeras y diagnósticos interminables. Pero no era solo su cuerpo: su mente, aunque brillante para los libros, se quedaba corta en lo cotidiano. Infantil, ingenua, Camila vivía encerrada en casa, aprendiendo desde el aislamiento. Cada caída, cada fiebre, era una emergencia. La vida la trataba con guantes quirúrgicos, pero no por eso con ternura. Jamás corrió en un parque, jamás se rió con otros niños. Su mundo era su habitación, su refugio y su jaula.
En el extremo opuesto del espectro estaba Chloe. Vibrante, caótica, incontrolable. Hija del exceso y de una rebeldía casi poética. Era el tipo de chica que todos conocían, no por cariño, sino por escándalo. Popular, sí, pero no por lo que se suele admirar. Chloe vivía en la noche, en las fiestas, en las manos de desconocidos y en las consecuencias que nunca le importaron. Adicta a la adrenalina, a las sustancias, al deseo fugaz. Era un fuego que quemaba todo lo que tocaba y no miraba atrás.
Eran polos opuestos. Una, tan frágil que el mundo debía protegerla. La otra, tan feroz que parecía indestructible. No compartían ni costumbres, ni sueños, ni caminos.
Y sin embargo, había algo que las unía desde antes de que ellas mismas entendieran lo que eran: sus madres.
Amigas desde la juventud, las madres de Camila y Chloe compartían una historia vieja, casi olvidada, tejida en otra época. Una amistad que había sobrevivido al paso de los años, a los embarazos, al caos de criar niñas tan distintas. A veces, esas viejas amigas se reunían a tomar café, hablando de sus hijas con mezcla de orgullo, preocupación y resignación.
Y en algún punto, inevitablemente... los caminos de Camila y Chloe se cruzaron