deesosrelatos
Marina tenía 28 años. Vivía en un piso pequeño en las suburbios de una ciudad mediana en España. Trabajaba en una cafetería, salía cada día a servir café, pan y croissants a la gente que vivía de prisa. Era amable, tenía amigos en el barrio, y pocas certezas - pero una: quería salir adelante por ella sola.
Desde hacía unos meses había empezado a notar que su pareja, David, cambiaba. Al principio las discusiones parecían normales: celos, reproches, gritos. Pero pronto esas peleas tomaron otro tono: insultos constantes, control sobre su teléfono, monitoreo de sus salidas, aislamiento paulatino. A Marina le daban miedo sus silencios, su furia contenida.