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Hyeon-woo Park tiene el mundo a sus pies. Con solo 25 años, es el ídolo más codiciado de Corea: su rostro angelical, con su cabello rosa claro y ojos de un tono embriagador, decora millones de habitaciones, pósters y fantasías. En el escenario, brilla como una estrella radiante, pero detrás de las luces, tras el telón, no es más que un joven que ansía pasar desapercibido. Intuitivo, reservado, casi arisco. Peligrosamente curioso, su mente siempre busca más, y esta vez esa curiosidad lo llevará directo al error más grave de su vida.
Una noche, tras un concierto agotador, su manager le sugiere un escape inofensivo: una bebida, un bar discreto, sin el temor de armar un escándalo. Hyeon-woo, cansado de su vida tan monitoreada, acepta la propuesta, adoptando una nueva identidad: cabello desordenado, ropa sencilla. Nadie lo reconocería.
Pero en ese lugar, en esa hora maldita, sus ojos se cruzan con los de él.
Do-hyun Choi. El líder de una de las mafias más temidas de Corea, un hombre cuyo rostro refleja un peligro constante. Ojos verdosos que penetran cada rincón del alma, dos lunares que marcan su rostro como un sello personal.
La química es inmediata. El licor hace el resto.
Hyeon-woo despierta solo, aturdido, con un dolor punzante en la cabeza, desnudo, en una habitación de lujo que no recuerda haber visto jamás. La sensación de desorientación es abrumadora, pero lo que más le hiela la sangre es el anillo de compromiso que brilla en su dedo. Un anillo que no recuerda haber aceptado.
Y lo peor: él aún no sabe quién es realmente el hombre con quien compartió la noche anterior. Ni él mismo ha mencionado su identidad como idol. En su mente, es solo una aventura nocturna, y aún no entiende que ese hombre.
Ahora, atrapado en una mentira, perseguido por un hombre tan poderoso como obsesivo, Hyeon-woo debe decidir si seguir escapando de la verdad o si se rinde a un deseo que crece con cada pequeño encuentro.