Saraiimn
Adiós, Anastasia. Esa frase, esa despedida aún retumbaba y retumba entre las paredes del gimnasio. Lo peor que ese adiós nunca significa adiós, nunca acaba ahí. La guerra iba a comenzar y se empezaban a ver las cenizas del volcán que anunciaban su explosión. La pregunta era: ¿Se salvarían? O se repetiría la historia y los jóvenes amantes morirían cubiertos por la lava como en Pompeya.