InKuroW
Una señora gorda y ancha de espaldas gritaba el precio de sus frutas, su nieta las ordenaba con el mejor esmero, poniendo las más brillantes al mostrador para así quizá ganarse un caramelo de la tienda del señor Irizar. Su mamá le decía siempre que se alejase de él, pues algún día le daría algo que le afectase el estómago, y ya no podría comer nunca más nada dulce. Eso le daba en especial miedo.
- Manzanas, manzanas, lleve 4 por 2, 4 por 2 direnios... Annie, deja eso y ayúdame. Trae el cesto de esas naranjas malas de ayer.
- ¿El que tiene pelos?
- Ya no los tendrá. Aquí tienes la escobilla, y que nadie te vea limpiandolas, sino no habrán dulces hoy.
Annie dejó la última manzana en su lugar, cuidadosamente de no romper con la armonía de que todas tuvieran la pequeña hoja hacia la izquierda, y se fue corriendo en busca del canasto. Al llegar a la carpa que hacía de bodega, era más oscura debido a las alfombras que usaban encima de la tienda, para apalear en algo el calor del verano. Pero no ayudaba en nada a dejar de sentir el hedor de verduras y frutas en descomposición. En un extremo, divisó el canasto, y tapándose la nariz con una mano, y caminar de lado como había visto a Neik una vez hacerlo con los calcetines de su tía.
Se acercó al canasto, y con esfuerzo lo levantó con cuidado, lentamente, para evitar que rodaran, y tuviera que tocarlas. Cuando se incorporó, vió que una luz flotaba en un rincón. Era pequeña, y al enfocar su mirada vio un hombre completamente de negro. Sintió los gritos de su Abuela detrás, al tiempo que la luz se intensificaba por un breve momento, y emergiendo por un instante una larga figura con extremidades como patas de araña y una consistencia líquida como tinta. Al tiempo que nacía de su voz un grito, el desconocido se coló y salió corriendo, al tiempo que la abuela volvía a tener a su nieta cerca.
- Abuelita Nani, ¿Por qué ese hombre tenía los ojos de tinta?
- No, mi amor. Hace muchos años