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En 2024, a los diecisiete años, ella vive con la PAES clavada en el calendario y la arquería como único refugio. Sus días se organizan entre guías, simulacros y recreos robados para estar con su pololo, un compañero de curso de 1,78 m cuya enorme nariz ella encuentra extrañamente hermosa. Incapaz de mostrar afecto con palabras, compensa con pequeños regalos; pero cuando él insiste en "avanzar" en la relación y luego corre un rumor sobre una intimidad que nunca existió, su mundo se desmorona: la traición se vuelve fiebre, la soledad la consume y su cuerpo se adelgaza hasta rozar el límite.
A pesar del dolor, ella resiste. Encuentra en la arquería una disciplina que la sostiene y en el preuniversitario nuevas amistades que le devuelven calor. Entre medallas y talleres de literatura y estadística, reconstruye su rutina: madrugones para estudiar, prácticas los fines de semana y noches de fichas. La PAES, que rendirá en 2025, se convierte en la meta que ordena su vida y en la prueba de su capacidad para transformarse.
El clímax llega con los días de examen: incertidumbre, compañerismo y un encuentro tímido con un chico que despierta una atracción nueva. Al cerrar ese ciclo, ella debe decidir qué peso darle a los rumores, a la culpa ajena y a la propia voz. Flechas de septiembre es una novela sobre la fragilidad y la resistencia, sobre cómo el cuerpo y la mente se rompen y se cosen de nuevo, y sobre la manera en que el esfuerzo cotidiano -las horas de estudio, las prácticas, las pequeñas celebraciones- puede devolver la dignidad y abrir caminos hacia el futuro.