Racheljames Histoires

Créditos de la portada a SpiderGraphics si una doctora- estudiante sufriera una enfermedad que solo se cura por células madres y conociera a un mafioso que buscara esas células madre para sanarlas

Volví. No sé cuántas veces lo he hecho ya, pero esta vez es diferente. Esta vez, él también está aquí. Christopher Morgan. Mi castigo y mi obsesión. En otra vida lo amé... o lo destruí. Tal vez ambas. Esta reencarnación no fue un regalo. Fue una condena con piel perfecta y labios venenosos. Y si el destino insiste en cruzarnos una y otra vez, no pienso resistirme. Porque esta vez, si voy a caer... voy a arrastrarlo conmigo.

"Algunas jaulas no necesitan barrotes para encerrar a un ave. Basta con seducirla con oro, silencio... y fuego." El mundo conocía su rostro. Katerina Volkov Di Santi. Veintidós años. Actriz. Modelo. Musa. Cabello negro como la noche. Ojos glaciares. Piel de promesa. Versace. Dior. Chanel. Intocable. Inalcanzable. Brillaba en cada portada. Donde llegaba, la luz la seguía. Había nacido para reinar. Pero también, para pelear. La niña que aprendió a sobrevivir entre las sombras. La mujer que dormía con una daga bajo la almohada, aunque su cama fuera de seda. Y ni todo su fuego fue suficiente. Desapareció sin ruido. Un vuelo cancelado. Una llamada sin respuesta. Un vestido de gala colgado. Y Katerina se volvió mito. La musa perdida. La diosa que el mundo lloró. Pero no estaba muerta. Estaba en su jaula. Una prisión de mármol, perfumes y candelabros. Con vistas al Mediterráneo y cadenas de seda. Y él. Anthoni Masherano. El monstruo de voz suave. El rey de la mafia italiana. El hombre que la había tomado. No por venganza. No por dinero. Por amor. -Te vas a enamorar de mí -le susurró la primera noche, mientras ella ardía, vendada, atada, pero viva. Ella sonrió con odio. -Vas a esperar mucho -escupió. Él no se inmutó. La miró como quien observa una obra que aún no está terminada. Para Anthoni, todo era cuestión de tiempo. Y el tiempo, le sobraba. Mientras el mundo la buscaba, ella aprendía a moverse entre reglas, castigos y recompensas. Katerina Volkov. Diosa caída. Él la quería suya. Pero ella no nació para obedecer. Y aún encadenada, seguía ardiendo.