Un ser con habilidades extraordinarias se encontraba solo y aburrido en algún lugar.
Para matar su hastío creó una senda y esperó.
Ésta en realidad era una senda que NO debía ser recorrida por nadie, a menos que no le importase dar su existencia para entretener al ser.
En caso de que algún alma encontrase la senda y decidiera caminarla para ver a dónde iba, estaría entregándose al hastío y al poder de este ser.
En tal punto, ya no habría regreso.
Quedaría atrapada y a merced de lo que el ser decidiera hacer con ella, puesto que la senda tenía el poder de llevar a otras realidades, y el ser de controlar las almas que caminaran su senda.
Le entregarían no sólo una vida, sino toda una existencia a la cual, el ser, le daría giros inesperados.
Sin sentir culpa.
Sin remordimiento alguno.
Así:
Una extraña obsesión.
No supo cuando ni como empezó, era extraño que cada vez que lo veía sus instintos se ponía a flor de piel.
Su nombre era Daenerys Targeryen, y su vida había estado marcada por una obsesión silenciosa pero profunda: Jacaerys Velaryon.
Pero, como las olas que golpeaban la orilla, su obsesión se estrellaba contra la dura realidad de que Jacaerys parecía tan distante e inaccesible como el horizonte mismo.