Un joven piloto, que se ha trasladado a Alaska para sumar horas de vuelo a su currículo, sufre un accidente y va a parar a un remoto pueblo. A pesar de que el lugar debiera contar con unos doscientos habitantes, se encuentra poblado apenas por un puñado de mujeres, dotadas con habilidades que escapan a todo entendimiento y que lo emplean como un objeto sexual, turnándose por días. Todas parecen competir por complacerlo, excepto la más hermosa de ellas, que aparenta la mitad de la edad que tiene y a la que el resto parece respetar, incluso obedecer.
En el ayuntamiento, descubre un calendario mural que indica el tres de mayo de dos mil dos, así como otros indicios de que en esa fecha debió ocurrir la catástrofe que redujo al pueblo a su estado actual. En una casa abandonada, encuentra un diario, en el que descubre la existencia del Área 112, una instalación militar en la que ocurrió un desastre sin esclarecer en 1968. En 1999 fue comprada por una multinacional médica Japonesa, y en 2001 fue el escenario de otra desgracia, que causó que el pueblo fuese sometido a cuarentena por un destacamento de militares, que desapareció sin explicaciones unos meses después. La irrupción de un buhonero, trasformado en un enorme monstruo, determina que los hombres decidan investigar las instalaciones, y algunas mujeres les imiten, desencadenándose el desastre que habrá de arrasar la población.
Cuando el protagonista ya ha saciado su ansia de saber, aparece Marta, la compañera por la que bebía los vientos. Su entrada en escena pone en peligro el precario equilibrio de fuerzas reinante en el pueblo. La desesperación le obliga a dirigirse al Área 112 y enfrentarse a su misterio. Allí descubre otro diario, el del Capitán Owens, que desvela los detalles del incidente de 1968, y un e-mail con un video del acaecido en 2001. Al final, él mismo se adentra en el área, de la que retorna mutado para acometer el sorprendente desenlace de la historia.