Cada día, como todos, Néstor vuelve cansado de su rutina. Madrugar, pasar un mal rato en el instituto, y volver a su casa. Y por el camino de ida y de vuelta, siempre se cruza con el mismo vagabundo. Siempre le hace alguna pregunta muy curiosa, pero al chico no le gusta hablar con extraños, aunque él también sea considerado uno. Un día, en el que se siente más solo que nunca, decide buscar la compañía en aquel rechazado como él. El borracho le ilumina sobre la moral del mundo mostrando la naturaleza del alma. Pronto Néstor siente la comprensión que nunca tuvo y el indigente la aceptación que nunca consiguió.