La Marca Negra

-Pero usted es la princesa, nadie tiene derecho a negarle nada. -ella sonríe amargamente.
-Se nota que es un simple soldado que pertenece a la clase baja, los rumores que surgen de palacio no llegan a sus oídos. -niega con la cabeza divertida.
-No es necesario burlarse de mí. -contesta con una mirada mordaz.
-Le explicaré, -coloca sus manos sobre el regazo- nuestro reino siempre ha sido gobernado por el descendiente que presentaba una marca de nacimiento negra. Todos los hijos no bastardos de sangre real nacen con una marca que les designa como tales, pero tan solo el que tiene el don de gobernar la tiene de color negra, la del resto es roja. -comienza a relatar, como si fuese un cuento que ha oído una y otra vez, eso sí, con un rastro de escepticismo en la cara- Desde los principios del mundo, aquel bebé que nacía con la marca negra y era barón, se le relacionaba con el poder y la prosperidad. Se trataba del elegido. Pero si por el contrario era niña, no había más salida que quemarla viva, ya que traía consigo una eterna maldición.
-Eso es ininteligible. ¿Cómo el sexo de un recién nacido puede marcar la vida de este de una manera tan distinta y catastrófica?
Leizha pone los ojos en blanco.
-Eso coménteselo a nuestra querida realeza, seguro que le quemaban vivo junto a ellas, por brujo y blasfemo. -el soldado niega con la cabeza incapaz de creérselo- Sigo, resulta que tanto mis hermanos como mi hermana, todos mayores que yo, tienen la marca roja. Por lo que los tres príncipes deberían luchar por el trono en su debido momento. Pero claro, nací yo y lo estropeé todo. -suspira con una enorme sonrisa en la cara, orgullosa de ello- Cuando nace un bebé, es tradición que la reina antes de verlo formule dos preguntas; si es niño o niña, y qué tiene de especial. En mi caso, cuando la reina les preguntó, respondieron al unísono y con voz monótona: LA MARCA NEGRA.