Prólogo.
Debía seguir y perdonar sus engaños, y soportar el dolor de sus mentiras. Terminamos con promesas rotas y palabras vacías. Con miseria y reemplazo a donde quiera que fuéramos.
Y él había terminado con todas las cosas buenas que existían, había arrebatado una parte de mi vida con todas esas despedidas a medias.
Había jugado conmigo, y enterrado cada parte de nuestro pasado, a un lugar en el que ni si quiera le importaba cuanto daño pudiera hacerme, para poder vengar y lastimar a otras personas por mi.
Él era un monstruo, que alguna vez me había amado y me perdí en el punto donde repugnar ese sentimiento se convirtió en la misión de su vida. Donde el placer de hacer sufrir a los demás era más fuerte que su propio sentido humano.
Y no sabía que seguir luchando por él iba a ser lo más idiota que estaba haciendo, que estar lejos de él, iba a ser lo mejor pude haber hecho, que despreciarlo sería la mejor decisión de mi vida, pero lo único que yo hice, fue amar lo que él olvidaba.
Donde el corredor argentino, conocido por su facilidad para chamuyar, cae ante una chica Ferrari
Donde Julieta, sin querer, cae ante el argentino chamuyero