Cuando alguien dice «Cupido llamó a mi puerta» estaba segura de que no se refería a que literalmente llamaba a la puerta. No, por supuesto que no. Pero vaya, la vida de Eco Rimoldi siempre había sido... peculiar. Entonces, ¿por qué se sorprendía? Ah, claro, porque incluso dentro de sus parámetros de rareza, que Cupido llamara a la puerta, soltara un montón de maldiciones sobre lo feo que se había puesto Inglaterra y luego le prometiera conseguirle un novio en cien días era algo catalogado como potencialmente extraño y digno de preguntarse si realmente no sufría de esquizofrenia. Pero, después de todo, ella se llevaba el premio mayor, al fin y al cabo ella había sido la que abrió la puerta y lo dejó pasar. Más tarde entendería que aquello sería el más bello de sus errores.
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