Para Charis Brickman una de sus metas en la vida era llegar a ser la más prestigiosa médica pediatra que pudiese tener su país natal Argentina. Lograr esa meta implicaba convertirse en la persona más seria y cortante en todos los aspectos. Llegó a Nueva York con todas las expectativas de realizar uno post-grado en oncología pediátrica, lejos de su familia, amigos y un antiguo amor que le había roto el corazón sin contemplaciones. Nada le hacía creer que en muy poco tiempo debería dar un giro inesperado al conocer a alguien que revolucionaria su cabeza, sus sueños y su futuro.