Porque él lo había amado, de una forma tan única y especial que sabía (muy dentro de sí) que jamás volvería a amar a alguien de ese modo en lo que le quedaba de vida. Porque el hombre que lo tenía y a la vez nada, le había dado un regalo, algo por lo cual luchar. Porque le había obsequiado un futuro, porque le había obsequiado su salvación. Porque su amor por la pequeña de ojos castaños calentó el frío gélido de su alma. Porque al final, ella merece ser amada.