Francis nunca le había dicho a Arthur que no cuando le necesitaba, ni una vez le había negado un hombro donde llorar cuando se retorcía de dolor, nunca había querido que Inglaterra no le deseara. Su relación había sido construida con altibajos y caricias, 'tal vez' su palabra segura, otra cadena aparentemente interminable que les unía de manera delicada y dura. Siempre fue su salida. Nunca enfrentando de frente la perdida que inevitablemente algún día llegaría.
Cuando fue rechazado por Inglaterra se sintió morir. La nación inglesa le había dejado en claro que jamás lo amaría del modo en que él lo hace. Vivió años tratando de olvidar sus sentimientos y cuando estaba apunto de dejarse hundir en lo profundo de un lago conoció al mismo rostro por el cual lloraba pero en forma humana.
Arthur Kirkland.
Tan iguales pero tan diferentes había logrado apaciguar su corazón, enamorarlo de un modo distinto.
Sabía que era efímero pero no se arrepentía.
Era un amor secreto a los ojos de la mayoría de las naciones en especial de la nación inglesa.
¿Pero qué pasaría si Inglaterra conociera a Arthur?