En el corazón de la ciudad, cada lunes y jueves, Jisung se refugiaba en una encantadora cafetería que parecía hecha a medida para inspirar su escritura. Allí, el aroma del café recién hecho se entrelazaba con las notas de música suave, creando un ambiente perfecto para desatar su creatividad. Pero lo que realmente iluminaba sus días era el hermoso chico de ojos oscuros que lo atendía, siempre con una cálida sonrisa que encendía algo más que su pasión por la escritura. En ese pequeño rincón del mundo, entre sorbos de café y páginas en blanco, comenzaba una historia que cambiaría su vida para siempre.