─¡Maldición! ─expresé al entrar a la oficina, sin percatarme de su presencia.
─¿Qué... te pasa Franco? ─balbuceó Norma─. Alcé la cara y me conseguí con aquella mirada azulada que me hacía perderme por horas.
─ Nada ─espeté.
En un movimiento no previsto, los delgados brazos de Norma enrollaron mi cintura...
Ese gesto ─tan frecuente en Norma─, me hacía olvidar lo que ocurría a mi alrededor... mi furia desapareció y ahora fui yo quien la aferró a mí.
─No es nada Nor... ─su cara, recostada en mi pecho, era como tocar el maldito cielo con los dedos.
Se tomó unos segundos en responder, como siempre.
─No... me mientas.
─Solo te necesito a ti ─le respondí. Nuestras miradas se conectaron, acerqué nuestros labios y fue ella quien, por primera vez, terminó de unirlos. Un beso cargado de timidez y aun así me hacía desearla como un loco.
Así nos quedamos por segundos...horas...el tiempo es relativo con ella. Sin decir una palabra...solo abrazados y sintiendo aquél perfume a rosas que me volvía un desquiciado.
En ese momento, entendí que estaba perdidamente enamorado de ella, amaba su simpleza, amaba su inocencia, amaba sus pocas palabras, pero por encima de todo... yo... amaba su silencio.
Yo... amaba...
El silencio de Norma.
Arthur Zaens, un multimillonario frío y desalmado que ha vivido en la oscuridad desde la desaparición de su esposa, dejándolo solo con sus dos hijas gemelas. Desesperado por encontrar una niñera que cumpla con sus estrictas expectativas, Arthur conoce a Lía, una ex escritora y editora recomendada por un amigo. Aunque su relación comienza de manera conflictiva, con discusiones y malentendidos desde su primer encuentro en un bar, Lía se convierte en la persona que poco a poco transformará la vida de Arthur y de sus hijas, desafiando su frialdad y cambiando su mundo para siempre.