¿habéis escuchado alguna vez acerca de que las mejores cosas vienen sin esperarse? Bien. Esto no es una de ésas historias. Tal vez sí, sin embargo no de la manera que imagináis. Sucedió una madrugada del mes de Abril. ¿el año?, eso no importa. Era un crío aún, pero ¡jo!, vaya que ésos ojos grises me atraparon, y ésa curiosidad me cautivó. Esto no es una de esas historias que vale la pena contar, como un "...y comieron felices y perdices. Fin." Nope. Nada de eso. Admito que fue probablemente mi primer amor. El destino no quiso que nuestros caminos se uniesen definitivamente, y, ¿sinceramente? , así me gusta más. ¿Por qué? , en realidad no soy muy partidario de los riesgos innecesarios. Jamás quise hacerle partícipe de las miradas fugaces y suspiros clandestinos de los cuales era dueño, no fue necesario. Lo supo incluso antes que yo. Maldita y maravillosa madrugada de Abril. Me regaló algo más que un incipiente frío. Hizo temblar mi alma. Confundió mis estaciones, y es que aún no he podido olvidarle.
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