¿En quién podría confiar? Aquel horrible sentimiento humano, vano y tonto lo sentí cuando me enteré de los horribles secretos que guardaba el mundo entero. Policías, el gobierno, campesinos, empresarios, empleados. Todos sabían, excepto nosotros ¿mi pecado? Nacer de una forma peculiar, nadie estaba preparado para algo fuera de lo normal. ¿Su pecado? Ser igual a mí, pero no tener idea de la verdad que enfrentaría. ¿Mi castigo? No podía darme el privilegio de sentir alguna emoción, al menos no cerca de él. Algo que no podrían evitar por toda la eternidad. Hallaron la llave para abrir la puerta al fin del mundo... y decidieron abrirla.
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