Lo sabía. Sabía que estaba mal. Que no debí haberlo hecho. ¿Sabes cuando haces algo que quieres hacer, pero que a la vez no quieres?
Eso me paso a mí, por una parte, quería besarle, pero por otra no, ¿por qué?
Pues porque yo ya tenía novio, o eso se suponía.
Pero lo hice. Besé a ese desconocido.
Besé al chico del semáforo. El chico que me hacia suspirar cada día.
Todo, por el estúpido reto que mis amigas me pusieron.
Si no lo hubiera besado... Mi vida hubiera sido diferente, lo sé, todas las desgracias que me pasaron después de eso, se hubieran esfumado, como por ejemplo, el hecho de conocer a su novia.
Corrección, novia chunga, muy chunga.
Y pensar que todo sucedió por eso.
Que todo empezó por ese maldito beso.
El plan de Emma era simple: esperar el día de la fogata para hablarle a James, quien ha sido su crush por más de un año, pero nunca había tenido el valor de acercarse a él. Cuando Emma finalmente está decidida a dar ese paso, nada sale como esperaba, y por equivocación termina besando al hermano de James, Ander.
Lo que comienza como un accidente se convierte en un trato inesperado: Ander le propone fingir ser su novia para darle celos a su ex y lograr que regrese con él, a cambio de ayudarla a acercarse más a James. Aunque al principio Emma duda, termina aceptando, creyendo que así estará más cerca de cumplir su objetivo. Sin embargo, lo que no esperaba era que este acuerdo desordenara su corazón y la hiciera cuestionar sus verdaderos sentimientos. ¿Qué sucede cuando un plan perfecto se convierte en el caos que lo cambia todo?