Esa noche simplemente queríamos salir a pasárnoslo bien. Cuando Chloe propuso ir a aquel antro, automáticamente Katie frunció el ceño y se negó enérgicamente, pero al final cedió. Al entrar, el ambiente estaba cargado con el humo de los cigarros y el olor a alcohol y humanidad por no decir esa música metal que sonaba tan fuerte que nos rebentaba los oídos. Estaba más que claro que no era el típico lugar al que solíamos ir. En fila y sin perder de vista a Rebecca que iba delante de mi, nos abrimos hueco hasta la barra dónde nos atendió un barman que no encajaba allí para nada. Estábamos tomando tranquilamente nuestras copas, cuando se hizo el silencio. La música bajó hasta resultar imperceptible y la gente formó un pasillo hasta nosotras, más bien, a la barra. ¿A quién debían tanto respeto? Mia se revolvió incómoda a mi lado y mi conciencia sólo me decía "Anna, teneis que largaros de ahi' pero mi cuerpo no respondió y me quedé estática. A los pocos segundos, cinco chicos entraron al tugurio, pero no cinco chicos cualquiera. No parecían de este mundo, sino más bien divinos. Eran como ángeles...pero eso sí, ángeles caídos porque según pusieron un pie en el local; una corriente sacudió mi espina. Aquellos chicos serían nuestra perdición.
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