―Tuvo la oportunidad de llegar a la cima de la fama con su talento. ¿Por qué desea limitarse a trabajar en nuestra universidad? ―¿Y si le digo que en realidad estoy huyendo? ―dije sin darme cuenta, simplemente salió de mis labios―. Me quiero esconder, de todo el mundo, hasta de mí mismo. Pero no puedo hacer eso, así que vine aquí para volver empezar bajo el título de un simple profesor de artes. ―¿De qué se esconde? ―De los recuerdos de alguien que ya no está conmigo ―respondí con sencillez y esbocé una sonrisa. Había que sonreír a los males, siempre. ―Bienvenido a Haverville Rogers, profesor Vicent Lebrant. Esa fue la primera vez que estreché la mano de William Rogers. Alguien que llegaría a ser mi segundo padre y me abriría las puertas de un nuevo comienzo para escribir una nueva historia. La más feliz y corta de mi existencia, pues me enamoré como si no hubiese un mañana del chico más hermoso que había visto en toda mi existencia. Caprichoso, egoísta e insolente. Ese chico de rizos rubios se volvió mi príncipe rebelde. Pero no siempre se gana la guerra, no cuando juegas en contra del destino.