Arriba y abajo. Abajo y arriba. Una y mil veces. Las luces se van apagando, los últimos visitantes se ponen sus abrigos y salen a la calle. Luego vienen las limpiadoras, arriba y abajo, abajo y arriba. Una y mil veces. Después, el museo queda en silencio, y en penumbra, y desde sus marcos los carnavaleros, las hilanderas y los niños de la playa me miran. Me siguen. Arriba y abajo. Abajo y arriba. Una y mil veces.