Ya estaba amaneciendo. Los pájaros cantaban y el frio del amanecer exigía hacerse sentir atreves del cuerpo de Claire. Esa noche no había logrado conciliar el sueño, cada vez que sus ojos cedían al cansancio tenía una pesadilla en particular. Una pesadilla que la atormento durante casi todas las noches de su niñez. Siempre empezaba con Claire, caminando por unos pastizales, donde el atardecer se tornaba rosa, ella iba riendo con un hombre a su derecha, de metro ochenta, moreno y con pelo negro ondulado que se agitaba con el viento. De un pronto a otro, el cielo se tornaba gris, y el hombre junto a ella ya no estaba. Su respiración se agitaba y sentía miedo, del miedo en que sientes cuando algo te persigue pero cuando te volteas a mirar, no hay nadie ni nada. Esa clase de miedo experimentaba Claire en ese momento del sueño. Ella empezaba a correr, como si tuviera idea de adonde se dirige, pero la realidad es que no tenía la mas mínima idea de donde se encontraba. Ella continua, hasta que en cierto punto una cara inhumana aparece de golpe a menos de un metro de ella. Claire jamás había visto nada parecido a esa cara, tenia ojos negros y grades, su sonrisa se extendía a lo largo de su cara, una fila de dientes en punta le seguían. Su cara estaba marcada por cicatrices, muchas de ellas. Claire empezaba a correr hacia el lado contrario, y segundos después todo se desintegraba y justo en ese momento ella despertaba a gritos, y con la cara cubierta de sudor. Por este pesadilla sus padres la habían llevado al psicólogo durante dos años, ella se sentaba en una silla, la psicóloga le preguntaba que había cambiado del sueño, ella decía que nada que todo era lo mismo. Y durante los próximos sesenta minutos Claire escuchaba a la psicóloga echarle sermones sobre dejar de creer en las historias de miedo que mis amigos me contaban, además que dejara de ver películas de miedo. Cuando Claire tenía 14 años una noche de tantas la pesadilla dejo de atorm
Tercer libro de la serie amores de la mafia [EN PROCESO]
Crecer como la hija de uno de los capos de Italia solo tiene una ventaja -tener un matrimonio asegurado-, y para mí no es una ventaja porque tener matrimonios concertados solo te convierte en la esclava sexual y fábrica de bebe. Cosa que me niego rotundamente a ser.
Pero vivir en una ciudad donde tu padre tiene ojos en cada esquina y miles de voces que le informan las cosas antes de que pueda suceder es una tortura y esa tortura me llevo a contraer matrimonio con él, Alessandro Lucchese.
Esta es una historia que me pertenece en su totalidad. No permito ni acepto copias, adaptaciones, reproducciones, transcribir o trasmitir por cualquier medio físico o mecánico sin mi consentimiento.