Cuando no puedes resistirte a algo, es complicado mantener la cordura. Aún cuando, lo que te atrae sea tan insignificante como devorar un plato el cual contiene tu comida favorita, pues estas hambriento. Como irte a dormir a las tres de la madrugada, por la única y remota razón de qué te sientes obligado a finalizar el libro, pues estas demasiado cerca del desenlace como para quedarte con la intriga. Por otro lado, estoy dispuesta ha admitir qué la atracción que yo sentía, no es comparable a los ejemplos anteriores. Es decir, nada le era equivalente. Atracción, fascinación, hechizo, afección, embeleso, seducción. Podría denominar lo de tantas maneras por las cuales se define, qué la lista sería infinita. Decir que Jackson Price era alguien corriente sería un ofensa dirigida a todas las chicas que hubiesen conservado el deseo de admirarle. Para todas ellas, él era algo vedado e inalcanzable, un exquisito manjar de la que ninguna de todas había tenido el placer de tratar. En ocasiones, me siento afortunada, por resguardar esos sentimientos inconfesables que solo a mi persona él podía revelar, pero esporádicamente, considero qué aun así, todavía no había tendido la complaciencia de poseer sus verdaderas afecciones. No obstante, he de admitir que aquel chico con ojos de jade siempre fue y será mi tentación. Mi ardiente tentación.