40 parts Ongoing Dicen que la voz puede mentir, que las palabras se disfrazan con facilidad, que la lengua se enreda entre verdades a medias y promesas huecas. Pero los ojos... los ojos no saben mentir. Ellos, traicioneros en su honestidad, hablan el idioma que el alma no puede callar.
Adriana aprendió eso no con libros ni consejos, sino con el roce lento de una historia que nació en silencio. Todo comenzó con una mirada: no de esas que se lanzan al pasar, sino de esas que se clavan como puñales dulces, que se quedan flotando aunque el cuerpo se haya marchado. Andy no trajo consigo explicaciones ni intenciones claras, pero sus ojos hablaban un idioma antiguo, uno que sólo el corazón sabe escuchar.
Hay amores que entran sin pedir permiso, que florecen con la calma de lo inevitable. Y aunque el abandono llegó sin previo aviso, sin razones visibles, los ojos de Andy -ahí, en aquel último adiós sin palabras claras- dijeron más de lo que su voz se atrevió a pronunciar.
Porque hay cosas que sólo se entienden cuando se mira más allá de lo evidente. Y Adriana, marcada por esa mirada, entendería tarde que a veces lo más sincero no se dice... se refleja.
Adriana se quedó ahí, temblando en el eco de unos ojos que juró entender...
cuando en realidad, nunca dijeron nada.
Creyó leer un poema,
y solo era una página en blanco.