En las afueras de un hospital, una niña y un niño se conocen por azar. Entre palabras tímidas y miradas curiosas, nace una conexión suave, fugaz, pero imposible de ignorar. Antes de despedirse, él le entrega una pulsera con forma de gatito. Ese gesto marca el inicio de una amistad fugaz pero inolvidable.
Años más tarde, ese niño, ahora un joven, regresa al país donde todo comenzó. No está seguro de qué espera encontrar... solo sabe que aún piensa en ella.
Porque algunos lazos, por fugaces que sean, nunca se rompen. Y hay recuerdos que siguen latiendo, como aquel recuerdo de verano.