Los faros de la camioneta, iluminaban perfectamente el reducido espacio y por ende el macabro espectáculo. Lázaro sabía que tenía tan sólo dos opciones, torcer a la derecha y dar un rodeo de dos horas con un camino que estaba para llorar. Pero eso no habría importado, si hubiese estado seguro de que no tendría problemas.
Y la otra opción la tenía enfrente, un espacio reducido al máximo por la posición del cadáver colgante. Estaba seguro que al pasar tocaría con la parte lateral de la camioneta, aquel tétrico adorno.
Todo esto lo pensó en cuestión de segundos y terminó por decidirse, cuando vio a través del espejo retrovisor los faros de un vehículo que daba vuelta, en la misma calle donde él había dado vuelta.
Podría ser que fuera algún lugareño, pero también podría ser que fueran los tipos, que iban detrás de ellos, sobretodo porque se dio cuenta que el vehículo se acercaba rápidamente.
Lázaro aceleró y la camioneta brincó hacia adelante, como si fuera un brioso animal.