Me vi a mi misma en una especie de habitación blanca. No veía techo, ni paredes, pero estaba de pie en algo sólido. Miré mis manos; seguían estando llenas de ampollas, pero aun así me sentía demasiado irreal. Pero repentinamente, frente a mí, comenzaron a aparecer en hileras varias chicas; eran muchas, como mil, aproximadamente. Lo que me erizó la piel fue que todas eran parecidas a...mí. Tenían facciones diferentes y vestimentas desiguales, pero todas tenían el cabello rubio y los ojos gris verdosos. No importaba la vestimenta que utilizaran, podía ver las manos de todas....y estaban igual o peores que las mías. Algunas, inclusive, tenían quemaduras por el cuello, los hombros y la cara. Algunas tenían heridas de batallas, otras tenían cortes en el cuello y otras cortes profundos en las muñecas. Pero había algo que todas tenían en común; tristeza. Ninguna de ellas sonreía. Mi corazón se encogió del tamaño de un maní, cuando me percaté de que eran las reencarnaciones de la hija de Mina. Eran hijas de Mina, al igual que yo. Y todas estaban muertas.
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