Odiaba el agua demasiado fría y la sensación de dolor en mi boca al tomarla, odiaba el calor de las tardes los lunes después de salir del instituto, odiaba no tener un lápiz en mis manos cada vez que me inspiraba, odiaba las risas de mis compañeros cuando tartamudeaba a la hora de una exposición. Amaba las miradas furtivas que me dabas, amaba el color piel medio carmesí en tus mejillas, amaba las noches de películas junto a mi familia, amaba el helado de nata, amaba tus dientes blancos, tu rostro hecho por los dioses, esa nariz tan perfectamente imperfecta con esa pequeña resignación en la punta, tus cejas pobladas cual césped falto de un corte, tu estruendosa risa que se iluminaba como tus rizos frente al sol veraniego. Te amaba, y me odio. Todos los derechos reservados.