Tenía miedo, estaba corriendo, mis pulmones se vaciaban y ardían pidiendo oxígeno. Estaba huyendo, ¿de qué? No lo sabía, solo sabía que si no corría, mi vida acabaría antes de que me diera cuenta.
¡Por favor, por favor! Rogaba en mi mente que no se diera cuenta de que había huido. El denso bosque era una ayuda, igual que una desventaja. Había caído unas cuantas veces con ramas bajas y con mis torpes pies, me detuve cayendo al suelo tratando de respirar, estaba suficientemente lejos, pero eso no era un alivio. Me senté en el suelo y llore un poco, tenía miedo, de él y lo que podría hacer. Un ruido alejo todos los horribles pensamientos atrayendo el miedo de nuevo, era él lo sabía, lo primero que vi antes de congelarme fueron sus despiadados y fríos ojos inyectados de sangre.
-¿A dónde vas?
Hay quien dice que el infierno es un lugar horrible, un lugar de castigo donde solo van aquellos que cometieron atropellos en su vida.
Sin embargo, no me importa arder en las llamas del infierno si ese infierno es llamado León D'Amore.
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