Tenía miedo, estaba corriendo, mis pulmones se vaciaban y ardían pidiendo oxígeno. Estaba huyendo, ¿de qué? No lo sabía, solo sabía que si no corría, mi vida acabaría antes de que me diera cuenta.
¡Por favor, por favor! Rogaba en mi mente que no se diera cuenta de que había huido. El denso bosque era una ayuda, igual que una desventaja. Había caído unas cuantas veces con ramas bajas y con mis torpes pies, me detuve cayendo al suelo tratando de respirar, estaba suficientemente lejos, pero eso no era un alivio. Me senté en el suelo y llore un poco, tenía miedo, de él y lo que podría hacer. Un ruido alejo todos los horribles pensamientos atrayendo el miedo de nuevo, era él lo sabía, lo primero que vi antes de congelarme fueron sus despiadados y fríos ojos inyectados de sangre.
-¿A dónde vas?
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.