-Hola, tú debes ser la nueva vecina.-Dijo haciéndome dar un brinco ya que me había quedado demasiado tiempo mirándolo y no me había dado cuenta, me sonrojé por ello pero no se notó porque era de noche, el adolescente sonrió y agregó.-Me llamo Logan Palmer y soy el vecino de la casa de al lado.-Dijo señalando la casa que estaba pegada a la mía.
-Susan Lewis.-Me presenté y rápidamente agregué.-Pero no me gusta mi nombre así que dime Su.
El chico me miró unos momentos, bajó la mirada a la caja que tenía en sus manos y luego volvió a mirarme a mi. Me pareció notar un destello extraño en su mirada.
-Me imagino que esto es tuyo.-Asentí y me acerqué para que me entregara la caja pero él no lo hizo, arqueé una ceja.
-¿Podrías darme mi caja?-Traté de que mi voz sonara amable, el chico esbozó una sonrisa maliciosa.
-Claro.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, él abrió la caja y la dio vuelta arrojando todos mis objetos personales en el pasto ¡joder! en esa caja había guardado mi joyería que consistía en pares de aros, collares y muchas pulseras. Iba a tener que esperar a que amaneciera para poder ver bien y recoger todo ¡maldito Logan! lo miré furiosa, él había empezado a reír.
-¡¿Pero yo qué te hice estúpido?!-Grité con incredulidad.
Logan dejó de reír y me miró serio, demasiado serio.
-Llegar.
-¿Ah?-Balbuceé sin comprender.
-¿Eres sorda?-Preguntó con evidente fastidio.
Sentí que me hervía la sangre, apreté los labios en una fina línea, furiosa.
-Para nada, sólo no entiendo tu actitud engendro.
Logan sonrió con malicia.
-No me gusta tener vecinos, ya sabes, por eso a partir de hoy te haré la vida imposible hasta que te largues Susan.
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.