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Kiara y Jamie están rotos, ambos dañados, y tratan de salir adelante combatiendo sus propias batallas a su manera hasta que descubren que ninguno de los dos no puede hacerlo sin el otro.

Solo hay un problema, ella fue la causante del dolor de él, y él no parece estar dispuesto a cooperar con ella a pesar de que el destino siempre termina diciéndole lo contrario.

Cuando rompes un plato no puedes volver a armarlo. Eso mismo pasa con las personas cuando se rompen, no vuelven a ser las mismas de antes.

Ellos dos habían cambiado, para bien o para mal, pero lo hicieron, no obstante aún les faltaba hacer una última cosa para que sus caminos dejen de cruzarse.