"Cuando cumplí cuatro años, todo el mundo dejo de escuchar mis gritos.
Ni en Canadá, ni en Corea, ni en nuestra pequeña casa vacacional en México...
Nadie más volvió a escuchar mi voz, y tanto mis padres como yo solo nos quedamos con el fugaz recuerdo de lo que tuve una vez.
Pero eso no era lo peor.
Lo que me estaba destruyendo...rompiendo como si fuera un objeto de cristal, era que realmente me había dado cuenta que ya nadie.....
Estaba bramando en mi propio interior, desgarrándolo con ecos, tanto, que mis tímpanos se romperían en cualquier momento, pero nadie escuchaba nada.
¿Enserio no me oían? ¿De verdad no había nadie?
Estaba desesperado.
Por favor....si estas ahí....
¡Oye mis gritos!
-Dante Kim"
La historia de ruidos silenciosos de Dante Kim, un chico de familia multicultural, comenzó cuando tenía solo cuatro años de edad, que justo poco después de un incidente, se quedo sin la maravillosa voz que le pertenecía a su ser.
Desapareció. Se fue a saber donde, y no hubo pista alguna que le ayudase a encontrarla.
Sin embargo, a sus 20 años, se sentía confundido, perdido, y casi al filo de ser destruido...de agrietarse, porque nadie, a parte de si mismo, podía escucharlo gritar.
Nadie más parecía querer poner atención a los sonidos del viento que acompañaban su silencioso y tormentoso ruido interior.
Estaba a punto de rendirse.
¿Y si nadie más lo oía?
¿Habría alguna vez alguien que perteneciera a esta vida y que pudiese escuchar sus gritos?
No. No lo había.
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¿O tal vez sí?"
¿Puede una chica romántica y delicada enamorarse de alguien tan ruda como Lynn Loud? Issabella Abrams era esa chica: amante del color rosa, del maquillaje, la poesía, y de las historias de amor. Todo lo contrario a Lynn Loud, quien prefería la acción, los deportes y no se preocupaba demasiado por lo sentimental.
A pesar de sus diferencias, había algo en Lynn que atraía a Issabella. Tal vez era su valentía o su determinación, o quizás el hecho de que Lynn no temía ser exactamente quien era. Mientras que Lynn también sentía cierto interés en Issabella, no entendía como no podía tentarse en ganar y ser la número uno, veía que ella era como una suave brisa que acariciaba el rostro hasta de quien no merecía con dulzura, dulzura que raramente a Lynn le encantaba.