Me faltaba el aire, no por el golpe que había tenido, sino por la abrumadora sensación de sus manos en todo mi cuerpo. Me estaba incendiando en el mismísimo infierno con el hombre al que amaba, dándole respuestas a sus preguntas de desesperación. Y deseaba más. Todo. Lo amaba a él. Y como si su cuerpo se diera cuenta de lo que el mío pedía a gritos. Su polla. Dura. Se froto en la entrada de mi vagina.