-Pruébame-supliqué. No voy a negar que sonó como el ruego de una niña caprichosa. El deseo bailaba tango en mis ojos mientras que calor subía desmedidamente hasta mi rostro. -Ya lo hice y no cometo el mismo error dos veces, Ana-susurró en un tono que me amedrento, alzando sus ojos color miel para dedicarme una mirada de hierro, esa mirada que siempre intentaba doblegarme. Había sido rechazada por miles de personas, pero ninguna lo había hecho cuando estaba en ropa interior. *Obra registrada en Safecreative y derechos de autor.All Rights Reserved