Él debe ser el regalo de las buenas hadas al nacer, y los años no pueden mutilarlo o quitarlo. Es preferible poseerlo a dejarle vagar por este mundo impuro, lleno de maldades que podrían atentar contra su esencia. Tal vez, es por ello que egoístamente decidí aquella vez, guiado por una fallida epifanía que nos hizo caer.