Tenía un mal presentimiento. Uno muy malo, sabía que algo no andaba bien, pero no sabía exactamente qué. Mi madre me había mandando un mensaje, saliendo del colegio tenía que irme a un restaurante cercano. Comeríamos en familia, supongo que tendrían algo importante que decirnos. Al salir del colegio me dirigí a dicho lugar, al llegar mi presentimiento se hizo aún más grande, al observar aquel lugar que estaba vacio, desolado, al solo mirarlo sabía que ese lugar daba mala espina. Mamá me había citado no tenía nada a que temer. Pero me equivoque. Al entrar vi una escena terrorifica. Las paredes, ventanas, hasta el mismo techo estaba lleno de un rojo carmesí, sabía que eso no era una broma. Algo andaba mal. Quería salir de ahí corriendo, y cuando iba a hacerlo, tenía un cuchillo en mi cuello, si no hacía caso a las indicaciones moriría. Aún no quería hacerlo, tenía tantas cosas que hacer. Tantas cosas que sentir y vivir. Aún no moriría. Camine entre todos esos cuerpos, a pesar de estar rodeada por todo esto no sentí absolutamente nada, ni asco ni tristeza, solo sentía: Esperanza.
Cuando llegue al otro extremo del restaurante, vi una imagen en una tableta, era mi familia. Mi familia estaba en aislamiento, notaba a mi madre de rodillas, entre estas mis hermanos y mi padre consolándola, probablemente le estaría diciendo: "Descuida querida, saldremos de aquí". Cuando Alze la mirada, me topé con los ojos de una persona, me indicó que tomara asiento y articulo: Hagamos un trato.All Rights Reserved