Nunca he podido olvidar ese momento, cuando la obscuridad nos rodeaba a ambos, cuando sólo éramos ella y yo, junto a un mar de infinitos destellos etéreos, como lo es la vida misma.
Ella era como un angel sin alas, alguien que sonrió, lloro, siguió... pero al final perdió lo que más la caracterizaba: su felicidad.
Sólo aquella solitaria luz fue testigo de lo que me contó esa noche, como perdió todo, y aún así ella siguió allí. Ojalá lo hubiera visto antes, ojalá no hubiera cometido un pecado tan horrible como lo hice.
Un recuerdo, lleno de verdades, mentiras, y sobretodo desesperanza y culpa. La prueba de cómo le quite su libertad a un ángel, y como este la dió sin pedir nada a cambio, ni un mísero suspiro.