La música es más fuerte que una persona. Incluso es más fuerte que quien la toca o quien la crea. La música tiene el poder de cambiar vidas, de hacer cosas maravillosas por todas las personas que la escuchan. El sonido armonioso de la guitarra, el persistente bombo de la batería, los acordes del piano, el resonar del bajo, la voz que transporta a donde quiera. Todo por separado es maravilloso, pero cuando los instrumentos se unen y crean el Rock, todo se vuelve más que perfecto. Elsie es música, lo sabe porque siempre que la escucha puede sentirse parte de ella, lo sabe porque cuando toca el teclado no es sólo una persona, es mucho más. Ella siente la música corriendo por dentro, como la sangre por las venas, como el agua en un caudal. Cuando canta alguna canción que está escuchando y llega a la misma nota que el artista, cuando siente su voz vibrar por la similitud entre el canto de la canción original y su canto propio, su plenitud alcanza niveles inimaginables. Pero nada se compara a cuando canta y toca una de esas hermosas melodías que su amiga Naia compone. Ahí la felicidad de lograr algo nuevo la lleva a otro universo. Es indescriptible la sensación, tanta felicidad y plenitud juntas que forman el mayor de los orgullos. Pero cuando alguien que es música conoce a esa persona, que ama la música más que a sí mismo, que se deja llevar por ella y tiene un fanatismo por cada sonido que puede ser creado por un instrumento, las cosas tienen más intensidad. Todo cambia y se vuelve mucho mejor. Porque si él ama la música y ella es música no hay que pensarlo demasiado.