-Es hermosa...- susurró la joven rubia al observar la pintura de una joven aparentemente desconocida en aquella habitación.
-Concéntrate en la lectura, Yui.- reclamó el segundo mayor de los Sakamaki sin despegar la mirada de aquel libro.
-Si no mal recuerdo, existe una leyenda en cuanto a esa pintura.- habló, lo que atrajo la mirada de aquel vampiro.
-¿A qué te refieres con eso?- enarcó una ceja al escuchar el comentario de su contraria.
-¡Si! Ahora lo recuerdo Reiji-san- exclamó emocionada. -Cuando yo estaba en la iglesia, rondaba mucho la historia de esta mujer, que poseída por el demonio, se encargó de causar daño a muchos inocentes durante el papado de Alejandro VI, y al estar en espera del hijo de Lucifer (estaba embarazada), la guardia papal se encargó de ella y toda su familia con tal de erradicar la maldad de Italia.-
-Te equivocas...- espetó molesto aquel chico levantándose de su asiento.
-¿Reiji-san?- la muchacha se acercó a él, quien miraba aquel enorme cuadro, parcialmente cubierto por una manta.
-¿Hay algo que usted sepa acerca de esta mujer?- le cuestionó.
Reiji respondió.
-Todo eso, no son más que patrañas inventadas por la iglesia- habló mientras caminaba a paso lento en dirección a dicha pintura. -Te han mentido, Komori- Estas últimas palabras las había pronunciado de una forma tan fría que hicieron a aquella chica temblar.
-¿A-A qué s-se refiere?- comenzó a tartamudear. Estaba por decir algo más, pero el Sakamaki la interrumpió.
-¿Que a qué me refiero? A que su familia no murió.- Tiró de aquella manta para dejar al descubierto toda la pintura.
-Solamente ella murió.- Apenas terminadas aquellas palabras abandonó la habitación, dejando a una desconcertada Yui admirando detenidamente aquella pintura.
En esa pintura había algo sorprendente, esa mujer estaba acompañada de alguien. La chica abrió ojos y boca por la sorpresa al reconocer el rostro del sujeto junto a esa mujer.
Era Reiji.