El viento helado golpea mi rostro que está perdido en el momento, los edificios lejanos me pintan un paisaje tan diferente al que yo estoy viviendo. La gente va y viene por las calles sin parar unos chocan con otros, personas cargan cajas, muchos conducen desesperados, bocinazos constantes producto de estar en pleno centro. Parpadeo un par de veces, la imagen tiende a volverse irreal luego de un buen rato con los ojos fijos en ella, intento no pensar y borrar todo lo que puede llegar a producir mi mente. Me quito los lentes, ahora todos son bultos creo que así se siente un poco mejor. Los guardo en el bolsillo frontal de mi saco negro y me masajeo el puente de la nariz junto a mis ojos, estoy cansado, exhausto, no dormí nada, técnicamente ya no recuerdo lo que es dormir desde que recibí ese llamado hace tres días. El viento aumenta, es cada vez más fuerte, me abrazo a mí mismo, un traje de luto no es abrigo para nadie, es más podría apostar que de solo usarlo uno siente aun más frío, siente las penas calándole los huesos, los dolores penetrando cada musculo e irrigándose por toda la sangre hasta llenar el corazón de oscuridad imborrable. Me abrocho el botón del saco nuevamente, pero en serio me incomoda, así que vuelvo a soltármelo, la última vez que usé uno de estos estaba inaugurando un proyecto con mis hermanos, hoy todo es diferente. - Matteo. - La voz de Gastón me interrumpe aunque no haga nada, me quedo en la infinidad de la ciudad. - ¿Estás listo? - Siento su mano en mi hombro