Dicen que una persona tiene tres grandes amores en su vida, el primero es prácticamente irreal, atraviesa como un huracán destruyendo todo, dejando a su paso una estela de enseñanzas impalpables, recuerdos agridulces y un sin sabor en la boca. El segundo amor es una tormenta, absorbente, penetrable, insistente, que te arrastra, te desestabiliza. Es aquel que no puedes soltar, del que te aferras con uñas, al que vas a tientas sin saber el final. Conociendo el peligro, saboreando la traición.
Hoy quiero contarles una historia, una historia que lejos de ser perfecta fue jodidamente impredecible, interrumpida, inimaginable.
Hoy quiero contarles esta historia, porque de todas formas, mi tercer amor no ha llegado.
Cuando no es suficiente un punto y coma, llega el momento de ponerle un paréntesis a tu vida
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.