«¡Qué peculiar cabello tiene esa mujer! Huele a las flores en plena primavera junto al jazmín y las petunias en el césped más verdoso que pueda existir. Me resulta encantador su auténtico pan recién horneado, incluso llego a admirarla tomar ese mantel y ponérselo en su cintura de porcelana con tal de ayudar a sus queridísimos padres. Tiene un exquisito aroma cómo el perfume que emana de su cuerpo, digno de una empresa que pensaba en la actitud de la mujer: encantadora, sutil y amable. Es un martirio saber que, en estos mismos instantes, escribo al recorrer la vida de la joven Dupain Cheng mientras las gotas caen al lienzo, y mi traje se empaña de la humedad en lo alto de la torre Eiffel. »