La puerta se abrió de golpe, me sobresalté, pero no dejé mi posición; con las mantas hasta el cuello, como un muerto. Era el jefe, que volvía para levantarme seguramente. Las siestas no pueden durar para siempre.
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La puerta se abrió de golpe, me sobresalté, pero no dejé mi posición; con las mantas hasta el cuello, como un muerto. Era el jefe, que volvía para levantarme seguramente. Las siestas no pueden durar para siempre.