Pues bien, vaya en esta relación de los hechos a modo de aviso y
confesión, que es cierto que fui cómplice, testigo y viví la dicha de
tener (como quien sostiene una avecilla presta para el vuelo) un
rito cotidiano que subía desde la palma de mi mano hasta mi
cerebro, en instantes casi febriles y aquí hago una pausa
-porque sólo quienes han pasado por la Chikungunya o algún
trance psicosomático muy del siglo XXI- sabrán de esa
sensación de dejar el cuerpo y trasladarse con la palabra
precisa, los gráficos sin ojos y los finales matadores, a otro
mundo y decir después de dos semanas que se ha viajado a
través de quince microficciones y se llegó bien a puerto seguro,
nutrido y con ganas de más y hasta se podría decir con cierta
gloria, gozando ya de la recuperada cordura ,al otro lado del
umbral del submundo o mundo paralelo de Los García, creado
por Alberto Sánchez Argüello.
Y después de dos semanas, te acordás nuevamente del autor,
como quien se acuerda del nombre de un doctor o el número
telefónico de urgencias, después de un brote psicótico, porque
por esos días en que Los García me llevaron de la mano por las
distintas escenas de la vida y del crimen cotidiano.
Pero ya que están advertidos, debo recordarles que poseen una
ventaja que yo no tuve frente a Los García, porque ustedes han
descargado un archivo, entrado a una sesión o abierto alguna
puerta de este universo llamado Internet para verles, de una vez,
de corrido, para disfrutar hasta el knock-out de las historias
aderezadas con alguna práctica vudú, dudas domésticas de una
madre y las reacciones normales de escolares en la era digital,
preocupados por el largo de sus incisivos en las fotos de perfil.
Van desde su tiempo y su espacio, y no a merced del
cuentagotas de la entrega original.
Con mi agradecimiento, quedan sabidos de Los García y de
Alberto, y más que recomendados de cuidar el largo de sus
colmillos en la siguiente selfie.
Escritora y periodista nicaragüenAll Rights Reserved