Podía confesarlo una y otra vez.
Echaba de menos sus caricias, sus besos, la forma en la que apretaba mis manos en aquellos momentos en los que demostrábmos nuestro amor, aquellos que solíamos compartir, la forma en la que entrelazaba sus dedos con los míos me volvía loco.
Sin embargo, nuestra relación era la más tóxica de todas, y a pesar de que él lo negaba cuando presionaba sus labios contra los míos, yo sabía que era todo lo contrario.
Era una relación sin fin, una relación que me ataba con redes que no tenían final.
O mejor dicho.
Era él quien me ataba.
Esta historia contiene R18, es decir, escenas de sexo explícito que serán avisadas en el título de cada capítulo.
NO COPIÉIS EL ARGUMENTO.