-Bella era una simple humana, Ally. Insignificante como todas, pero se diferenciaba en una cosa, su magnífico y exquisito olor. La primera vez que la vi creí ver mi fin tras descubrir ante los humanos el secreto de los vampiros cuando en mi cabeza no dejaban de rebotar imágenes mordiendo su cuello con delicadeza y a la vez poca paciencia. Tal y como cuando tú has imaginado esta mañana morder a esa chica. Sentía que ella y sólo ella era mi perfecta marca de droga. Nuestra primera conversación fue la que le dio el golpe a mi vida, se me olvidó el olor que desprendía la chica y me fijé en sus encantadores rasgos, sus gestos de timidez, sus palabras, la forma en que pronunciaba cada una de ellas... Después de todo acabé saliendo con ella, como si fuera un vampiro o yo un humano totalmente corriente. Y cuando me descubrió no me quedó otra que dejar de oponer resistencia. Sin querer meterla en este mundo casi descansé cuando lo descubrió por sí sola. Pensé que si no se había asustado ella estaba hecha para mí, o yo para ella. Hasta que la testarudez y la inmortalidad chocaron y cedí en convertirla. Tiempo después ella se marchó afirmando que no sabía quererme, que no sentía nada de lo que había en su humanidad. Nada. Se marchó hará cerca de un año, y aquí estoy, contándole mi mal de amores a una... a la hermana de Jasper. Ambos habíamos perdido al amor de nuestra vida por una tragedia. Y en realidad no éramos tan distintos como aparentábamos ser, tan rotos que las ganas de vivir desaparecían por momentos y a la vez tan vivos aún con la esperanza de recuperar una vida que jamás volvería, pero a las puertas de una nueva.