Después de tantos años, volvía a casa. Pero ya no como la misma niña fea e insignificante. Tenía una carrera hecha, un trabajo de ensueño, dinero para derrochar en todos los lujos que se pudiese imaginar... Había cambiado su imagen, su forma de vestir, de actuar incluso hasta de hablar. En aquel momento aquella niña se había convertido en toda una mujer. Una mujer con todo lo que se pudiese desear. Excepto por algo... Un marido. Le hacía falta un marido. Y todas aquellas personas que se habían burlado de ella antes se valían de ese pequeño detalle para seguir recalcando que ella no había cambiado. Seguía sola. Ni el dinero, ni la fama, ni el éxito, ni su cambio de imagen logró que aquella chica atrajera la atención de un chico decente. O al menos eso era lo que la gente decía. "Su carácter es demasiado intenso, su belleza demasiado superficial, su éxito no lo deja vivir, es una adicta al trabajo..." Tantas excusas que ponían las personas, pero ninguna entendía lo que en verdad sucedía. Estaba cansada de las habladurías, de sentirse cohibida, de sentirse menos. Ninguna de esas envidiosas tenían la vida que querían y aunque ella a veces se sentía un poco sola había logrado tener más de lo que la mayoría habían alcanzado. Pero seguía siendo ella de la que hablaban. Seguía siendo ella la fea e insignificante del grupo. Hasta que una descabellada proposición llega. Una loca propuesta del hombre más codiciado del momento la dejó atónita. Lo que necesitaba se lo servía en bandeja de plata... Con la única petición de compartir su vida al lado suyo. • • • "Cásate conmigo. Cállale la boca a todas esas idiotas, y cásate conmigo." propuso aquel hombre mirándola fijamente. "¡Usted está loco! ¡Ni siquiera me soporta! ¡¿Cómo pretende aguantarme, entonces?!" gritó exaltada negando con la cabeza al momento que se apartaba de donde él estaba. "Loco no, soy brillante, cariño."
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